"Merde! La Garde meurt, elle ne se rend pas!" (¡Mierda! ¡La Guardia muere, no se rinde!)
Éstas fueron las palabras del General Pierre Cambronne, perteneciente a la Grande Armée, cuando el Coronel Hugh Halkett le instó a la rendición, aun a sabiendas de que habían perdido la batalla de Waterloo.
Hoy toca un poco de Historia de Francia, posiblemente una de las épocas más conocidas mundialmente en lo referente a Francia, es la época del primer imperio francés o imperio napoleónico (1804-1815). Mañana, dos de diciembre, es el 204º aniversario de la Batalla de Austerlitz, o la Batalla de los Tres Emperadores, una de las batallas más gloriosas del imperio napoleónico. Napoleón Bonaparte ha sido uno de los grandes estrategas militares de la Historia. General republicano durante la Revolución Francesa y el Directorio, artífice del golpe de Estado del 18 de Brumario (9 de noviembre) que le convirtió en Primer Cónsul de la República el 11 de noviembre de 1799, Cónsul vitalicio desde el 2 de agosto de 1802, Emperador de los Franceses desde su proclamación el 18 de mayo de 1804 y coronado el 2 de diciembre, proclamado Rey de Italia el 18 de marzo de 1805 y coronado el 26 de mayo del mismo año, con ambos títulos hasta el 6 de abril de 1814 y, nuevamente, desde el 20 de marzo hasta el 22 de junio de 1815.
Si por algo se distinguía Napoleón Bonaparte era por sus conocimientos e inteligencia, por su brillantez a la hora de planificar una estrategia y por actuar en el momento oportuno en el lugar oportuno. Pronto, como de la nada, apareció su figura por todos sitios, era hablado, comentado y temido por muchos. Sus hazañas, aún si llegar a tener todavía puestos de gran poder y sin estar estabilizado en su posición, eran recordadas en muchos lugares. Los veteranos del lugar elogiaban sus victorias, a la par que temían por el fin de su propio poder. Poco a poco surgió el Napoleón como lo conocemos hoy día, la joven promesa pasó a realidad, como la Historia lo recordará, el que imponía sus reglas en el campo de batalla, el que, a pesar de contar en infinidad de ocasiones con menos hombres y menos recursos, imponía su inteligencia y estrategia para ganar batallas, el que construyó un Imperio bajo sus pies.
Napoleón se rodeó siempre de los mejores. Se construyo una Grande Armée o Guardia Imperial, con distintas secciones. Entre ellos destacaba La Vieja Guardia, un grupo de jóvenes, aunque muy experimentados, soldados fieles al Emperador. La Vieja Guardia era en la que confiaban para las batallas más difíciles, era la mayor esperanza del Imperio Napoleónico, el orgullo de Francia. Hombres que se dejaban la piel en el campo de batalla por servir a un ideal y a un escudo. Hombres que luchaban cuerpo a cuerpo, mente a mente, contra sus adversarios. Para ser uno de ellos había que reunir diversos requisitos como haber participado entre 3 y 5 campañas, saber leer y escribir (muestra de cierto nivel de inteligencia en la época) y medir como mínimo 1,83m (1,73 para los cazadores). Entre los hombres pertenecientes a la Grande Armée destacaron por su valentía y su liderazgo, entre otros, Joseph Higonet, Jean Marie Pierre Dorsenne, Claude-Etienne Michel, Jean-Martin Petit, Jean Louis Gros, Pierre Decouz, Henri Rottembourg, Pierre Cambronne, Jean-Jacques-Germain Pelet-Clozeau, Michel Ney, Laurent de Gouvion-Saint-Cyr, Frédéric Louis Viesse de Marmont y Georges Mouton, trece hombres dispuestos a darlo todo en el campo de batalla por su bandera y su escudo, como en el caso de la Batalla de Austerlitz al inicio indicada. Era escuchar su nombre e imponer respeto. ¿Su recompensa? Ser algunas de las grandes figuras de su mundillo y tener por siempre un sitio en la historia de su país, en forma de grabado en uno de los símbolos de su Antiguo Imperio: el Arco del Triunfo de París.
Esto me recuerda, en gran medida, a Mireste. Hombres jóvenes, preparados, experimentados, dispuestos a darlo todo, que imponían su ley y su juego en elc ampo, sin importar el número de efectivos ni tener el cuenta el del contrario, con los hombres justos se era capaz de planificar la jugada perfecta para cada situación y poder lograr la victoria. Un bache lo tiene cualquiera, hasta Napoleón lo tuvo, pero seguiremos siendo Mireste siempre, seguiremos siendo La Vieja Guardia...
Éstas fueron las palabras del General Pierre Cambronne, perteneciente a la Grande Armée, cuando el Coronel Hugh Halkett le instó a la rendición, aun a sabiendas de que habían perdido la batalla de Waterloo.
Hoy toca un poco de Historia de Francia, posiblemente una de las épocas más conocidas mundialmente en lo referente a Francia, es la época del primer imperio francés o imperio napoleónico (1804-1815). Mañana, dos de diciembre, es el 204º aniversario de la Batalla de Austerlitz, o la Batalla de los Tres Emperadores, una de las batallas más gloriosas del imperio napoleónico. Napoleón Bonaparte ha sido uno de los grandes estrategas militares de la Historia. General republicano durante la Revolución Francesa y el Directorio, artífice del golpe de Estado del 18 de Brumario (9 de noviembre) que le convirtió en Primer Cónsul de la República el 11 de noviembre de 1799, Cónsul vitalicio desde el 2 de agosto de 1802, Emperador de los Franceses desde su proclamación el 18 de mayo de 1804 y coronado el 2 de diciembre, proclamado Rey de Italia el 18 de marzo de 1805 y coronado el 26 de mayo del mismo año, con ambos títulos hasta el 6 de abril de 1814 y, nuevamente, desde el 20 de marzo hasta el 22 de junio de 1815.
Si por algo se distinguía Napoleón Bonaparte era por sus conocimientos e inteligencia, por su brillantez a la hora de planificar una estrategia y por actuar en el momento oportuno en el lugar oportuno. Pronto, como de la nada, apareció su figura por todos sitios, era hablado, comentado y temido por muchos. Sus hazañas, aún si llegar a tener todavía puestos de gran poder y sin estar estabilizado en su posición, eran recordadas en muchos lugares. Los veteranos del lugar elogiaban sus victorias, a la par que temían por el fin de su propio poder. Poco a poco surgió el Napoleón como lo conocemos hoy día, la joven promesa pasó a realidad, como la Historia lo recordará, el que imponía sus reglas en el campo de batalla, el que, a pesar de contar en infinidad de ocasiones con menos hombres y menos recursos, imponía su inteligencia y estrategia para ganar batallas, el que construyó un Imperio bajo sus pies.
Napoleón se rodeó siempre de los mejores. Se construyo una Grande Armée o Guardia Imperial, con distintas secciones. Entre ellos destacaba La Vieja Guardia, un grupo de jóvenes, aunque muy experimentados, soldados fieles al Emperador. La Vieja Guardia era en la que confiaban para las batallas más difíciles, era la mayor esperanza del Imperio Napoleónico, el orgullo de Francia. Hombres que se dejaban la piel en el campo de batalla por servir a un ideal y a un escudo. Hombres que luchaban cuerpo a cuerpo, mente a mente, contra sus adversarios. Para ser uno de ellos había que reunir diversos requisitos como haber participado entre 3 y 5 campañas, saber leer y escribir (muestra de cierto nivel de inteligencia en la época) y medir como mínimo 1,83m (1,73 para los cazadores). Entre los hombres pertenecientes a la Grande Armée destacaron por su valentía y su liderazgo, entre otros, Joseph Higonet, Jean Marie Pierre Dorsenne, Claude-Etienne Michel, Jean-Martin Petit, Jean Louis Gros, Pierre Decouz, Henri Rottembourg, Pierre Cambronne, Jean-Jacques-Germain Pelet-Clozeau, Michel Ney, Laurent de Gouvion-Saint-Cyr, Frédéric Louis Viesse de Marmont y Georges Mouton, trece hombres dispuestos a darlo todo en el campo de batalla por su bandera y su escudo, como en el caso de la Batalla de Austerlitz al inicio indicada. Era escuchar su nombre e imponer respeto. ¿Su recompensa? Ser algunas de las grandes figuras de su mundillo y tener por siempre un sitio en la historia de su país, en forma de grabado en uno de los símbolos de su Antiguo Imperio: el Arco del Triunfo de París.
Esto me recuerda, en gran medida, a Mireste. Hombres jóvenes, preparados, experimentados, dispuestos a darlo todo, que imponían su ley y su juego en elc ampo, sin importar el número de efectivos ni tener el cuenta el del contrario, con los hombres justos se era capaz de planificar la jugada perfecta para cada situación y poder lograr la victoria. Un bache lo tiene cualquiera, hasta Napoleón lo tuvo, pero seguiremos siendo Mireste siempre, seguiremos siendo La Vieja Guardia...
7 comentarios:
Que grande Rafaé!! Tocas unas de mis debilidades históricas y tocas el palito de la estrategia.
Siempre fiel a la comparación y símiles de guerra, nunca uno debe dejar de luchar por el objetivo al cual siempre hemos estado dispuesto a conseguir.
Vamos Mireste!!
señores...que este ombre esta a mil y pico kilometros d aki...os escribe en el blog...os da animos en modo parabola historica, no paseis de el cojones!!
Rafa a mi me ha encantado,jajajaj, la verdad, entre tu y pablo me abeis alegrao el dia,q llevo tol puente desconectaisimo, espero q t vaya bien x las franxutes ^^
Fieles a Rafa Forever!!!
Jaja merci beaucoup messieurs!
Aquí ando de exámenes ahora, y todos seguiditos, así que ando bastante enclaustrado ahora, pero no voy a quejarme que vaya meses que llevo sin hacer nada nada... jaja
Un abrazo!
UN SALUDO MUY GRANDE RAFA, Y A POR ELLOS
Chavales, ya estoy aki de vuelta!!. Nada deceiros que hoy entreno y que este finde vuelvo a las canchas.
Por cierto ¿Donde entrenamos?
Slds
David, de momento en el Club. Si fuera posible tenerlo ya para principios de año solucionado y pagos en cuotas mensuales Hytasa se empezaría allí.
De momento, si el entreno es como el de la semana pasada, en el club. Hoy, igual de intensivo!!
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