¿Qué nos ponemos?

Cortita, a la mano y sin despeinarse

A falta de un mes para que comience la temporada, el Mireste todavía busca una equipación que satisfaga los heterogéneos gustos de los integrantes de su plantilla. Cual quinceañera alocada con fotos de Brad Pitt en su carpeta, los jugadores se encuentran en una terrible disyuntiva: “¿Qué nos ponemos?”.

Aunque parezca coser y cantar, elegir una equipación es una ardua tarea. Y más, si el que está detrás de todo es Charly. Para una cosa que va a hacer en toda la temporada y mirad la que está liando. De todas formas, toda la culpa no debería apuntar hacia la penosa gestión de... de... Bueno, de este híbrido entre profesor de Historia del Arte y jugador de los años 70. La responsabilidad de que el asunto de las camisetas haya trascendido al ámbito público y se haya convertido en uno de las temas más polémicos, después de la utilidad de contratar a un monitor de aquaerobic cuando la pista de baloncesto se cae a cachos, es de los once jugadores que conforman la plantilla.

Tras varias semanas de entrenamientos y pachangas, ninguno ha tenido la feliz idea de reunirse con los demás compañeros y zanjar, de una vez por todas, este asunto. Me consta que el problema no es tal, sino más bien se trata del capricho de algunos que prefieren experimentar con la paleta de colores, cual Picasso de la vida, en vez de respetar el uniforme del club. ¿Y para qué tanto rollo con las camisetas? Si cuando lleven tres lavados empezarán a salir ‘bolitas’ y después de cuatro partidos algunas tendrán más agujeros que la defensa del Betis...

Cuando se elige una equipación, se piensa en comodidad y en relación calidad-precio. Si empezamos a marear la perdiz con colores exóticos y formas geométricas imposibles, estamos dándole prioridad a un tema extradeportivo, en vez de analizar y profundizar en lo que realmente importa. Ahora, si lo primordial es ir guapos a todos los partidos, el que se está equivocando soy yo.